Google

jueves, mayo 19, 2005

La mirada

Fue en el primer día de mi vida, o al menos, en el primer día que realmente empece a vivir. Solo tuvo que mirarme de esa manera, de la única que sabia, de la única que podía. No importaban que sus ojos tuvieran el color de la almendra, el tono del cielo claro en un día de verano, o la sensación de que tuvieran una profundidad infinita. Solo importaba la forma en como esos ojos se fijaron en mi. Me vio con una mezcla de deseo, pasión e interés. Jamas me había sentido tan único, tan especial, tan inmortal. No pude ni quise resistirme, sabia que un minuto con esos ojos valdrían una eternidad de sufrimiento. Nuestras miradas se cruzaron por solo un instante (mi mirada inocente, ansiosa, anhelante. La suya, tentadora, incitadora, tan mortal, tan eterna) y por ese instante fui ciego y feliz al mismo tiempo. Solo se puede ser feliz cuando se es ciego ante lo obvio. Lo obvio era que ella no me miraba a mi, miraba a todos por igual, sin saber o sin importarle, lo que causaba en los demas. Luego se alejo, pero yo ya no la miraba, habia quedado cegado de por vida, o por un instante.